Este posteo se publicó originalmente en mi blog www.lonicera53.blogspot.com en inglés y castellano el 14/10/2010.
Las imágenes vienen de Google.
Los últimos días han sido una montaña rusa de emociones para los que han seguido el drama que se desarrollaba en la mina de San José, en Copiapó, Chile, que culminó con el rescate de los 33 mineros el miércoles 13 de octubre de 2010. Todos hemos tenido nuestras razones por querer estar cerca de la pantalla, siendo la principal que en este mundo incierto, cuando los medios de comunicación realmente nos hacen llegar buenas noticias sentimos el impulso irresistible de ser parte de ellas. Por otra parte, una tragedia de actualidad es capaz de unirnos a todos – deseamos con todas nuestras fuerzas que tenga un final feliz.
Esta historia tenía las dos cosas. Compartimos la desesperación de estar atrapados bajo tierra y la euforia del rescate. Un gran río de buena voluntad fluyó hacia los valientes 33 mineros que no sólo sobrevivieron, sino que también parecen haberse comportado con nobleza y cordura mientras aguardaban el rescate; hacia las autoridades chilenas, encabezadas por el presidente mismo, quienes reaccionaron a la emergencia de inmediato y honorablemente; hacia los países y las compañías extranjeras que contribuyeron el planeamiento y los conocimientos técnicos con eficiencia y sin demora. Desde aquí nos parece que salió a relucir lo mejor de todos los que participaron.
Ahora que el alto grado de emoción ha comenzado a bajar un poco, no puedo hacer más que reflexionar sobre las posibles consecuencias negativas. En primer lugar, damos por sentado que los propietarios de la mina pagarán caro su negligencia y no les quedará ningún lugar donde esconderse. Las repercusiones más amplias son enormes – dentro de Chile mismo nos dicen que la seguridad en la minería es un término contradictorio, y en cuanto el presidente descienda de su pedestal de oro de los últimos meses (de hecho bien merecido – está claro que es una persona buena y sincera) tendrá que ocuparse del tema sucio de los niveles de seguridad en todas las industrias peligrosas de su país – lo comentó él mismo.
Pero – ¿y en el resto del continente sudamericano donde la situación es la misma?.. ¿y en otros rincones del mundo donde la extracción de los recursos naturales igualmente constituye un importante ingreso? Espero que estos sucesos provoquen un examen mundial de la seguridad, y un debate honesto sobre hasta qué punto las compañías mineras se encuentran comprometidas por los intereses económicos extranjeros, y que a la vez nombren a los culpables.
Los medios seguramente les sonsacarán a los mineros hasta el último chisme y detalle sobre “lo que pasó ahí abajo”, hasta lo que ellos mismos han insistido permanecerá sagrado. Todo dejará de ser privado en cuanto haya un incentivo financiero suficiente que les haga revelar todos los pormenores. Cada conversación y disputa será resucitada y examinada bajo la lupa para el deleite del público y la satisfacción de su curiosidad.
Los 33 mineros - 32 chilenos y un boliviano - ahora serán “Los 33”, y si la fama que les seguirá inevitablemente significa que nunca más tendrán que trabajar, pues que les aproveche. Sin embargo me pregunto si todo resultará ser tan simple. Me preocupa que los medios los destruirán a ellos y a sus familias, que a la larga, las víctimas no serán los mineros, sino sus parejas y sus hijos. Esperemos que reciban asesoramiento psicológico profesional, y que lo tengan siempre presente.
Me parece que todos reaccionaríamos de la misma manera – todos tenemos nuestro precio. Tristemente la naturaleza humana aunque se luzca bajo circunstancias de peligro mortal, pasa a lo peor cuando hay dinero de por medio.
Siempre he querido a Chile, su gente simpática, sus paisajes tanto hermosos como hostiles que invariablemente me cautivan; su historia en parte ligada a la argentina pero con sus tragedias singulares - la represión sangrienta, los terremotos. He sentido la compulsión de seguir sus noticias, de prestar atención especial cuando se la menciona en los medios. Lo que para mí ha sido maravilloso de los hechos del miércoles 13 de octubre 2010, dicho simplemente, es que fueron una afirmación del amor.
El esfuerzo realizado para rescatar a los mineros fue impresionante y conmovedor, la organización nacional y extranjera, y la propia lucha de los mineros por sobrevivir, un milagro. Sin embargo lo que recordaremos todos son los abrazos y el llanto de los 33 y sus seres queridos, y la bienvenida calurosa y solidaria de los demás, desde el presidente para abajo. Me hubiera gustado a mí también sentir la emoción de aquellas familias cuando abrazaban al hombre que amaban y que habían dado por muerto unas semanas atrás.
Altero ligeramente el viejo dicho – es el amor y la bondad que hacen girar el mundo, y son los únicos sentimientos que cuentan.
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